“Llevo en mis oídos la más
maravillosa música que para mí es la palabra del pueblo argentino”, así se
despedía el Viejo, su último discurso en la Plaza de Mayo, unos veinte días
antes de morir. Me acuerdo porque fue como a las cinco y media de la tarde, era
la hora de la merienda y de los dibujitos, cortaron para la cadena nacional. Lo
vimos con mi mamá, para variar todos llorando. Mi papá? En la plaza.
El General se iba, y nos dejaba a
Isabel, el brujo, la Triple A, a los Montoneros y otros grupos armados con
muchas ganas de matarse. A medida que pasaban los días y los meses la violencia
se hizo el tema de todas las conversaciones, por lo menos de las que yo
escuchaba.
¿Fue para tanto? El niño que trae
estos recuerdos, recuerda el miedo. Dos bombas explotaron a escasos metros de
mi casa, una al lado, domingo a la madrugada. Estaban las oficinas de la
Sociedad Rural. Otra detrás de casa, en el estacionamiento del Rectorado de la
Universidad. No hubo ni muertos ni heridos, muchos destrozos y un cagazo de
novela.
En mi pequeño mundo los
guerrilleros eran un peligro que me atemorizaba, y me generaba alivio las
noticias que hablaban de los éxitos del Operativo Independencia.
Y llegó el golpe. Hace un rato
miraba las tapas de los diarios del día anterior, y todos hablaban del inminente
final, febriles negociaciones con los militares para evitar el golpe. Ya nadie
daba un centavo por el gobierno de Isabelita.
Aquella súplica del Chino Balbín para llegar a las elecciones aunque sea
en muletas no encontró respaldo.
También había problemas en la
economía, la inflación apaleaba a los salarios. De esto doy fe porque yo hacía
los mandados y escuchaba las quejas de las señoras en el Almacén, aunque no
entendía muy bien de qué se trataba. En casa con los dos trabajos de mi papá
vivíamos respetablemente.
¿Cómo me enteré? Como yo iba a la
tarde a la escuela, no era de levantarme temprano. Y mi mamá en su increíble
ternura, me despertaba llevándome la leche a la cama. Un jarro con té con leche
y galletitas Criollitas adentro. Esa mañana mientras me daba el jarro me
contaba la novedad el gobierno había caído.
Di un grito de alegría.