Con escasas expectativas el
sábado a la tarde instalé en el televisor una antenita para tomar de aire la
transmisión de los canales de Rosario y poder ver el gran debate de los
candidatos a gobernador.
Dos horas estoicas. Dos horas de
desesperación tratando de escuchar algo que no fuera el parloteo, lugares
comunes, expresiones de deseo. Casi nada. Podría pensarse que peor es nada. El
recordado Pepe Eliaschev escribió que para nosotros, los argentinos, cualquier
cosa que sea un poquito más que la nada, es buena.
Peor fue la dictadura. Es cierto,
pero qué pobre consuelo después de casi cuarenta años.
No esperaba que de ninguno de los
candidatos me despertara una pasión por votarlo, pero con un poquito quizás me
hubiera decidido. Ni un poquito siquiera. Si hubo algo que me asustó un poco,
en el debate, los debatientes se ignoraron. Cada vez que alguno chuceó a otro,
lo único que logró fue un baño de indiferencia. Se ve que les aconsejaron no
confrontar, no debatir, ni siquiera dialogar. Cómo hacen con los reclamos de los ciudadanos, ningunearnos.
Triste futuro le espera a esta provincia
si quien asuma de gobernador no es capaz de ponerle un poco de pasión a sus
propias ideas confrontando, debatiendo, dialogando con el que piensa distinto.
Ojalá me equivoque, pero me da lo
mismo cualquiera. No van a defraudarme, porque tampoco espero nada de ellos.