Por allá en el 83, con mis muy felices 19 años y en los albores de la vuelta a la democracia, me acuerdo que me gustaba hostigar a mis amigos diciéndoles que yo pertenecía a las tres indudables mayorías de la Argentina: católico, peronista e hincha de Boca.
¡La puta que lo parió que lejos que estoy de esas mayorías!
A excepción de mi amado Boquita, que seguimos siendo la mitad más uno, el resto se fue a la mierda.
Los católicos se cuentan con los dedos de una mano, y tengo mis serias dudas que yo figure en esa lista. No al menos como militaba en aquellos años. Aunque debo decir que a los seguidores de Jesús nos viene mucho mejor una la idea de la insignificancia y la pobreza. Cuando somos muchos nos dejamos arrastrar por el poder y ahí la cagamos. Son los famosos genes de Constantino que quedaron en nuestra casa. Jesús no tiene nada que ver con eso. Pero esto es harina de otro costal. Por ahora me quedo conque el modo de vivir "católico" ya no expresa a nuestro pueblo. Ha sido reemplazado por el secularismo. Si les interesa pueden leer a Juan Pablo II (que no es santo de mi devoción) pero que en su tiempo hablaba mucho de esto.
¿Que pasó con el peronismo? ¿No sigue siendo mayoría y gobierno? Y sí. Desde el 83 ha gobernado como 25 años. Pero yo ya no tengo esta sintonía. Todavía cuando veo los discursos del Viejo y sus plazas llenas del pobrerío me emociono. Fui peronista de Perón.
Dejé el peronismo cuando el Sultán de Anillaco firmó los indultos. Le banqué la alianza con la derecha económica pero perdonar asesinos irredentos no. Y miles nos fuimos a todos esos engendros frentes grandes, alianzas dudosas y otras linduras. La mayoría volvió y se hizo K. Yo no pude, y lo pensé, pero no pude. No me gusta que maten, tampoco que mientan ni que roben.
Y así me fui quedando solito. Esta democracia sin república va camino a una módica dictadura de ladrones y oportunistas. Cuando digo dictadura no comparo con Videla, no soy tan pelotudo. Sino que me refiero a ese cada vez más extendido relato oficial según el cual los que pensamos distinto o no estamos de acuerdo somos infames traidores de la patria. Ni siquiera son originales todas las dictaduras, las feroces y las blanditas, abominaron del que piensa fuera del pensamiento único.
Pero cuando entré al cuarto oscuro, tanto en las provinciales como a las nacionales, no encontré mis sueños y esperanzas. Mucho garabato, nada de república. Y me tapé la nariz y manotié papeles que me dan vergüenza. No tengo quien me exprese. Apenas la loquísima Lilita cuando repite como un mantra que necesitamos un nuevo pacto republicano. Más minoría imposible.
Gane quien gane, yo quedo enfrente. Con más o menos asco, pero enfrente.
Así que como buena e insignificante minoría electoral me dedicaré a gritarles a todos que está mal matar, robar, mentir y cagar a los pobres. Es el muy humilde rol que me ha quedado. Mientras todos aplauden y se babean con el poder, un grupete de caras de braguetas estaremos allí para taladrarles la cabeza.
Ser minoría tiene una ventaja: dentro de unos años voy a poner más cara de forro que la que ya tengo y les diré: les avisé.
Y en el día del abogado, finalizo con una frase de me amado Don Manuel Belgrano:
“Me hierve la sangre, al observar tanto obstáculo, tantas dificultades que se vencerían rápidamente si hubiera un poco de interés por La Patria.”
Dejé el peronismo cuando el Sultán de Anillaco firmó los indultos. Le banqué la alianza con la derecha económica pero perdonar asesinos irredentos no. Y miles nos fuimos a todos esos engendros frentes grandes, alianzas dudosas y otras linduras. La mayoría volvió y se hizo K. Yo no pude, y lo pensé, pero no pude. No me gusta que maten, tampoco que mientan ni que roben.
Y así me fui quedando solito. Esta democracia sin república va camino a una módica dictadura de ladrones y oportunistas. Cuando digo dictadura no comparo con Videla, no soy tan pelotudo. Sino que me refiero a ese cada vez más extendido relato oficial según el cual los que pensamos distinto o no estamos de acuerdo somos infames traidores de la patria. Ni siquiera son originales todas las dictaduras, las feroces y las blanditas, abominaron del que piensa fuera del pensamiento único.
Pero cuando entré al cuarto oscuro, tanto en las provinciales como a las nacionales, no encontré mis sueños y esperanzas. Mucho garabato, nada de república. Y me tapé la nariz y manotié papeles que me dan vergüenza. No tengo quien me exprese. Apenas la loquísima Lilita cuando repite como un mantra que necesitamos un nuevo pacto republicano. Más minoría imposible.
Gane quien gane, yo quedo enfrente. Con más o menos asco, pero enfrente.
Así que como buena e insignificante minoría electoral me dedicaré a gritarles a todos que está mal matar, robar, mentir y cagar a los pobres. Es el muy humilde rol que me ha quedado. Mientras todos aplauden y se babean con el poder, un grupete de caras de braguetas estaremos allí para taladrarles la cabeza.
Ser minoría tiene una ventaja: dentro de unos años voy a poner más cara de forro que la que ya tengo y les diré: les avisé.
Y en el día del abogado, finalizo con una frase de me amado Don Manuel Belgrano:
“Me hierve la sangre, al observar tanto obstáculo, tantas dificultades que se vencerían rápidamente si hubiera un poco de interés por La Patria.”