La Revolución de Mayo de 1810 encierra una contradicción que puede servirnos de pista para tratar de entender las contradicciones del hoy, y quizás para poder atisbar algún camino de salida al quiebre moral en el que vive la Patria.
Nuestro primer gobierno patrio asumió jurando fidelidad al rey Fernando VII. Los historiadores no se ponen de acuerdo sobre esto; algunos dirán que fue una mascarada para conformar a los españoles que vivían en Buenos Aires, pero que en verdad la idea era iniciar un proceso de independencia de la metrópoli ibérica, otros dirán que fue un triunfo de las fuerzas conservadores porteñas.
Quizás un poco de todo eso, junto y a la vez. Así somos.
En el contexto de aquellos años se presentaban mucha incertidumbre y dudas a la vez: la codicia ciega del virrey y de sus partidarios, la siempre inquietante angurria inglesa por estas colonias, el rey Fernando VII preso a manos de Napoleón, las ideas independentistas, los intereses económicos de las clases gobernantes, las ganas de un cambio, el temor al cambio, la corrupción provocada por el contrabando que todos disfrutaban, una clase media asustada, y como siempre un enorme pobrerío que era ignorado y ninguneado.
Muy parecido a nuestro hoy.
Me gusta pensar (no sé si fue efectivamente así) que en esa hora tan difícil aquellos hombres fueron capaces por un momento de poner sus intereses y diferencia a un lado, y quizás apretándose la nariz, se unieron en una causa común que incluía a casi todos. Y creo que sin darse cuenta dieron a luz la Patria Argentina, a la de verdad, no a la del relato de estos días.
Seis años hasta la independencia y cuarenta y tres hasta la constitución nacional. Fue un camino muy largo, complejo y sangriento. Pero lo hicieron.
¿Será posible que los hombres y mujeres que quieren vivir en una república democrática con libertad y justicia social hagan a un lado sus intereses y diferencias, aún teniendo que apretarse la naríz, y puedan hacer otra revolución?
Estamos a meses de las elecciones. Una nueva patria no se juega en quien gane las elecciones, ya sabemos que ninguno tiene un liderazgo moral que nos convoque a todos.
Pero tengo una esperanza, tal vez la última, que el que gane convoque a un gobierno de unidad nacional. Tengo hasta octubre para descubrir cual de los candidatos se atrevería.
"Con las más repetidas instancias, solicité al tiempo del recibimiento se me excuse de aquel nuevo empleo, no sólo por falta de experiencia y de luces para desempeñarlo, sino también porque habiendo dado tan públicamente la cara en la revolución de aquellos días no quería se creyese había tenido particular interés en adquirir empleos y honores por aquel medio. A pesar de mis reclamos no se hizo lugar a mi separación. El mismo Cisneros fue uno de los que me persuadieron aceptase el nombramiento por dar gusto al pueblo. Tuve al fin que rendir mi obediencia y fui recibido de presidente y vocal de la excelentísima Junta (...) Por política fue preciso cubrir a la junta con el manto del señor Fernando VII a cuyo nombre se estableció y bajo de él expedía sus providencias y mandatos."
Don Cornelio Saavedra