No creo que ninguna persona de buena leche pueda olvidar esta imagen. Era un niño sirio que murió en una playa griega, su nombre Aylan Kurdi.
Hoy en el mundo se ha escrito mucho y muy bueno sobre esto, parece que todavía hay una veta de humanidad que por lo menos es capaz de horrorizarse.
Yo quisiera llamar la atención sobre los Aylan que viven en mi ciudad, en Rosario. ¿Niños sirios? No, cabecitas negras como algún subhumano los definió alguna vez.
Los desplazados no solo son los que la guerra empuja al exilio o a la muerte. Están los nuestros, los que la miseria empuja a la nada.
Y los ves paraditos en las esquinas, haciendo monerías por una moneda.
O tirando un carrito para juntar basura.
A veces, en alguna plaza con los ojos perdidos por el pegamento.
En realidad ya no los vemos. El paisaje urbano los absorbió. Un perrito nos llama más la atención. De hecho que alguno se conduele, y se lo lleva.
A ellos nadie los lleva ... bueno, la muerte se los va a llevar más temprano que tarde.
No será cruzando un mar glamoroso, ni llegando a playas doradas, ni con sueños de una vida mejor.
Se irán apagando de a poco, como se apaga una vela. Algunos dejarán como legado una noticia en el diario La Capital, los más, simplemente desaparecerán. Y no habrá ni madres ni ronda de los jueves que los reclame.
Si te conmueve esta foto que ya es lejana, te pido que en memoria de Aylan empezamos a rescatar a nuestros niños naúfragos, esos que no vemos, pero que están.
Polaco, Astor, Aldo, un poco de poesía, la realidad nos abruma.
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