En la Biblia se emplea el número
cuarenta, 102 veces, y muchas de ellas tienen un significado simbólico, en
cuanto se emplea la cifra de cuarenta, no para expresar una cantidad de
unidades, sino para dar un mensaje subyacente en el número que se expresa.
Comienza la Biblia con el libro del Génesis, en el cual Dios anuncia el diluvio
universal que durará cuarenta días y cuarenta noches. Cuarenta años tenía Isaac
cuando tomó por esposa a Rebeca y otros cuarenta también tenía Esaú cuando tomó
por esposas a Judit, y a Basmat. Cuarenta días permaneció Moisés en lo alto del
Monte del Sinaí, y también cuarenta días tardaron en volver los exploradores
enviados por Moisés a la tierra prometida. Fueron también cuarenta días, los
que permaneció el profeta Elías en el desierto del Sinaí huyendo del acoso de
la reina Jezabel. El profeta Jonás predice la destrucción de Nínive en cuarenta
días. Jesús ayunó cuarenta días en el desierto. Simbólicamente el número
cuarenta representa la idea de «cambio», o del paso de una generación a otra.
En el diluvio la humanidad cambia. Con los matrimonios de Isaac y Esaú, se
inicia una nueva generación. Los cuarenta días de Moisés y de Elías en lo alto
del monte, implican su cambio espiritual, Dios los llama para mostrarse más
íntimamente a ellos. Los cuarenta días que tardaron los exploradores,
simbolizan el cambio de actitud del pueblo judío antes las nuevas, que les
traen los exploradores, acerca de la tierra prometida. Los cuarenta años del
pueblo judío en el desierto, simbolizan el cambio generacional que ha de
producirse, hasta que se extinga la generación infiel que salió de Egipto. A
Nínive se le dan cuarenta días para que cambie. Los cuarenta días de Nuestro
Señor en el desierto simbolizan el cambio de su vida privada a su vida pública.
No obstante lo anterior, hay casos concretos en que es difícil ver el
simbolismo, cual son por ejemplo, los cuarenta azotes que se indica en el
Deuteronomio, como pena que ha de sufrir el condenado a este castigo. Pero dado
el profundo respeto a las formas exteriores, que tenía el pueblo judío, en la
realidad solo se daban treinta y nueve azotes, para no sobrepasar nunca por
equivocación los cuarenta, lo cual era ya advertido en el Deuteronomio.
Podríamos tal vez, forzando la imaginación, ver aquí el simbolismo, en el
cambio que se ha de esperar, en la conducta del que sufre la pena. Las cifras
son abundantes en todos los textos sagrados, pero centrándonos en el simbolismo
del número cuarenta que es el del cambio, vemos que en nuestra vida el cambio tiene una tremenda importancia,
porque para avanzar en el camino del encuentro con nuestro Creador, con
nosotros mismos y con los otros continuamente hemos de estar cambiando. Muere el
hombre viejo para que nazca el hombre nuevo.
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