martes, 17 de septiembre de 2013

40

En la Biblia se emplea el número cuarenta, 102 veces, y muchas de ellas tienen un significado simbólico, en cuanto se emplea la cifra de cuarenta, no para expresar una cantidad de unidades, sino para dar un mensaje subyacente en el número que se expresa. Comienza la Biblia con el libro del Génesis, en el cual Dios anuncia el diluvio universal que durará cuarenta días y cuarenta noches. Cuarenta años tenía Isaac cuando tomó por esposa a Rebeca y otros cuarenta también tenía Esaú cuando tomó por esposas a Judit, y a Basmat. Cuarenta días permaneció Moisés en lo alto del Monte del Sinaí, y también cuarenta días tardaron en volver los exploradores enviados por Moisés a la tierra prometida. Fueron también cuarenta días, los que permaneció el profeta Elías en el desierto del Sinaí huyendo del acoso de la reina Jezabel. El profeta Jonás predice la destrucción de Nínive en cuarenta días. Jesús ayunó cuarenta días en el desierto. Simbólicamente el número cuarenta representa la idea de «cambio», o del paso de una generación a otra. En el diluvio la humanidad cambia. Con los matrimonios de Isaac y Esaú, se inicia una nueva generación. Los cuarenta días de Moisés y de Elías en lo alto del monte, implican su cambio espiritual, Dios los llama para mostrarse más íntimamente a ellos. Los cuarenta días que tardaron los exploradores, simbolizan el cambio de actitud del pueblo judío antes las nuevas, que les traen los exploradores, acerca de la tierra prometida. Los cuarenta años del pueblo judío en el desierto, simbolizan el cambio generacional que ha de producirse, hasta que se extinga la generación infiel que salió de Egipto. A Nínive se le dan cuarenta días para que cambie. Los cuarenta días de Nuestro Señor en el desierto simbolizan el cambio de su vida privada a su vida pública. No obstante lo anterior, hay casos concretos en que es difícil ver el simbolismo, cual son por ejemplo, los cuarenta azotes que se indica en el Deuteronomio, como pena que ha de sufrir el condenado a este castigo. Pero dado el profundo respeto a las formas exteriores, que tenía el pueblo judío, en la realidad solo se daban treinta y nueve azotes, para no sobrepasar nunca por equivocación los cuarenta, lo cual era ya advertido en el Deuteronomio. Podríamos tal vez, forzando la imaginación, ver aquí el simbolismo, en el cambio que se ha de esperar, en la conducta del que sufre la pena. Las cifras son abundantes en todos los textos sagrados, pero centrándonos en el simbolismo del número cuarenta que es el del cambio, vemos que en nuestra vida  el cambio tiene una tremenda importancia, porque para avanzar en el camino del encuentro con nuestro Creador, con nosotros mismos y con los otros continuamente hemos de estar cambiando. Muere el hombre viejo para que nazca el hombre nuevo.

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