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El mito cuenta que Prometeo, el Dios amigo de los mortales, fue quien les regalo el fuego y con él algunos de los secretos que se ocultan detrás de él. Zeus se enfureció ante la acción de Prometeo y le dio un doloroso castigo, encadenado en el monte del Cáucaso y lo condeno a soportar día tras día los picotazos de un águila en su hígado. Siendo un Dios, como lo era Prometeo, su hígado se regeneraba todas las noches alargando eternamente su sufrimiento.
Dentro de los secretos que Promete regalo a los mortales estaban las salamandras quienes estaba vinculadas a uno de los cuatro elementos: fuegos, que son las hadas más antiguas que existen, llenas de una inmensa sabiduría y muy respetadas por los Dioses. El mito asegura que las salamandras tienen las llaves del arca que oculta el misterio de la vida y la muerte. Sin embargo, las salamandras no son muy amigas de los mortales porque no les gusta la forma en que ellos utilizan el fuego. Su virtud mitológica de mantenerse dentro del fuego sin ser afectada por las llamas, se extiende también a la espiritualidad humana, asociando la capacidad de la salamandra de tragar y apagar fuego con la persona de bien que mantiene su paz mental a pesar de los ataques.
Asimismo, al hombre honrado y puro que no desea el mal a otros, no puede ser dañado por el fuego.
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