Hay un juego muy perverso al que
somos muy afectos, manipular la memoria. Acomodar el pasado para justificar el
pasado. Quise traer los recuerdos de un niño de once años sobre hechos que
pasaron hace casi cuarenta años. En ese entonces yo era inocente.
La memoria que hago hoy no lo es.
He tomado partido, y mi presente claramente condiciona mi memoria afectiva. Me
hubiera gustado estar en aquél entonces en las rondas de los jueves junto a las
madres. Pero no estuve. Y hoy no voy, y esto también tiene que ver con las
opciones que he hecho con el devenir de los años.
No creo que sea bueno que nuestro
presente quede atado a las decisiones del pasado. Creo que podemos cambiar si
lo creemos necesario ¿Panquequismo? No. Sigo pensando que los milicos aparte de
genocidas y ladrones, nos echaron a perder el sueño de una patria justa, libre
y soberana. Y me parece bien que se los juzgue y que se repudran en la cárcel.
Pero hay celdas vacías que deberían haber ocupado otros asesinos de personas
que en nombre de la revolución tampoco dudaban en matar a inocentes. Los
asesinatos no se justifican, ni los de izquierda ni los de derecha. Matar está
mal y no hay causa justa que habilite a Caín. La sangre de Abel reclamará
siempre mientras el mundo sea mundo.
Por si no se entendió, creo que
el golpe del 76 a una buena mayoría le importó un carajo y mientras la economía
más o menos funcionó, a muy pocos les importaron los generales en el gobierno.
En aquél entonces hubo otra fiesta de consumo – Cris no inventaste nada – de
baratijas importadas y de todo tipo y tamaño. ¿Cómo olvidar las caravanas de
compatriotas pasando por la frontera en Uruguayana trayendo televisores en
color? ¿O los tours de compra al Paraguay? ¿O las colas en las casas de cambio
para comprar dólares? Este irresponsable que escribe fumaba cigarrillos negros
franceses y los cambiaba con los amigos por otros ingleses o yanquis.
Quiero rescatar a los que se
opusieron a la dictadura desde el 24 de marzo del 76, y no esperaron para saber
si los milicos iban a ser buenos o
malos. Condenaron el asalto a la democracia sin especular.
Pero nuestra democracia ya ha
generado una cantidad de deudas que no podemos atribuir a los milicos. Son
propias, son nuestras, y éstas a mí me preocupan más que los juicios a
decrépitos personajes de aquél pasado horroroso. Sigue habiendo pibes que no
comen todos los días, y esto es un pecado que clama al cielo.
Creo que hay un desafío ético en
construir una memoria que no sea hemipléjica. Ni de derecha ni de izquierda.
Completa.
Quizás así podamos volver al
sueño común de una Patria con república y con democracia.
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