¡Lindo culito!
No es bueno tener un amigo médico. Me viene tratando hace
años de los resfríos y de la tos de cada invierno. Hasta tengo agendado el
nombre de los medicamentos, el antibiótico y el antialérgico, uno por día y el
otro dos por día. Tenés que ir al especialista. Hace un par de años que me lo
viene diciendo. Hace un par de años que lo vengo ignorando. Sino fuera amigo,
no lo escucharía. Esa voz cálida pesa en el interior.
Le hice caso. Vivo en un pueblo pequeño, casi rural, para ver
al especialista me tengo que desplazar a la ciudad, acomodar los horarios de
trabajo, juntar ganas. ¿A quién me recomendás? Fulano es bárbaro, decile que
vas de parte mía. El doctor Fulano no atiende por su obra social, pero puede
abonar la consulta, y luego pedir el reintegro, no gracias. No me compliquen,
no necesito ayuda, sé complicarme solo.
Proximidad. Es un buen criterio, ¿cuál de todos estos tipos
me queda más cerca? Mientras leía con el dedo la lista de médicos. Aquí está,
el doctor Mengano. El doctor Mengano atiende los días … siempre el peor horario
posible, media mañana o media tarde; y el próximo turno es dentro de 30 días.
No seguí escuchando, esperé que terminará y le dije que sí. Hace años que
estornudo y toso como un poseso en cada invierno, puedo esperar un mes más.
Un encanto el doctor Mengano, lo esperé una hora y media en
una salita con cuarenta mocosos que no hacían otra cosa que chuparse los mocos
y toser. Si no me enfermo aquí es porque soy inmortal. El interrogatorio de
siempre y una larga lista de análisis para hacer. Tómese estas vitaminas que lo
van ayudar, y aparte le voy a recetar esto otro. Cuando tenga todo vuelva. Soy
obediente, si llegué hasta aquí, voy a perseverar. Análisis, pis y sangre y
otros quince días para los resultados, no importa, mi próximo turno es dentro
de un mes. Ah, no se olvide de traer la orden autorizada. No me olvido. Trabajo
para ustedes.
Se me pasó la fecha, me olvidé. ¡Perdón! Tengo otras cosas en
la cabeza aparte de trabajar de paciente. Me tiene que llamar la semana que
viene para que le pueda dar un turno para dentro de 30 días. Sí, seguramente.
Te voy a llamar. Fui a buscar los resultados de los análisis, doce hojas. Más
buenas que malas, pero algunas malas. Esto me va a salir caro. Finalmente, no
recomiendo el criterio de la proximidad, es un asco.
¿La clínica del doctor Merengano? Martes. Nuevo
interrogatorio, ficha de cartón, mirada atenta a los análisis. Yo lo voy a
tratar de su alergia, pero vaya a ver a su médico por estos resultados. Pruebas
de reactivos, 200, se los da a mi
secretaria, pinchazos, picazón. Vivir me da alergia. No se preocupe esta
vacunita que sale 300 lo va ayudar. Ya sabe a mi secretaria. Ya sé. Trabajo de
esto.
Amigo, me salieron unos análisis medio mal y el alergista
quiere que vea a un endocrinólogo. Otro que no atiende por obra social.
Persevero. El doctor Perengano, jueves a las 15. Nuevo interrogatorio, profundo
e inquisidor, apoyado por las pruebas que aporté, mis análisis. Respire,
acuéstese. Toqueteos varios. Mirada grave. A ver la presión, está un poco alta
¡Culpable! Largas explicaciones, síndrome metabólico. Sabe de qué le estoy
hablando, sí, dije con vergüenza, casi humillado. Dieta y ejercicio, y si hay
que elegir ejercicio. Más análisis, y vaya a ver a su cardiólogo, seguramente
le hará una ergometría. Lo espero cuando
tenga todo. ¿No me había salvado de hacer el servicio militar?
Mi cardiólogo, un tipo genial. Me va a cagar a pedos. Hace
tres años que me dijo te veo a fin de año, antes de la fiestas. Por supuesto,
no volví más. Dieta y ejercicio. Y el muy cretino me midió la panza, y lo
anotó. Estoy perdido.
El doctor está en un congreso, vuelve dentro de dos semanas,
genial, deme un turno. Dos semanas, tengo tiempo. Bajar de peso, caminar,
caminar, caminar. Seis kilómetros, todos los días, y por supuesto, muerto de
hambre. Forrest Gump debe haber tenido síndrome metabólico.
Todos los días, distintos recorridos. Perros amistosos me
siguen. Hoy, domingo, salí temprano a la mañana. El día está bellísimo, sol y
aire fresco. Levanto los ojos, y lo veo, me convoca en su vaivén. Me invita a
que lo siga. Buzo negro, apretado, se desplaza con rapidez, trato de
identificarlo pero no llego, dobla en la esquina y se pierde. Ni siquiera una
promesa mentirosa de volver a vernos.
Estornudé con fuerza, y recordé porque estaba caminando.
Culpa de mi amigo.